Seamos sinceros iglesia, hablemos de familia…

Dios quiera que los miles de miles que salimos a marchar ayer seamos padres presentes en nuestros hogares, que enseñemos la regla de oro: no le hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti y de esta manera cultivemos el respeto y tolerancia en nuestro hogar.

Que seamos padres que sepamos cultivar respeto en nuestros hijos con nuestra manera de hablar y de ejercer disciplina en el hogar, que cumplamos nuestras promesas, que vean en nosotros un ejemplo de amor al ver nuestras reacciones y manera de hablar, así como la manera de manejar los conflictos y las diferencias.

El ejemplo es lo mejor que podemos dar, enseñemos a nuestros hijos el amor de Dios por medio de nuestra propia acción, cuida tu manera de hablar en el hogar, ¿cómo le hablas a sus abuelos? ¿cómo le hablas a su mamá? ¿cómo le hablas a tu esposa? ¿cómo le hablas a tus vecinos?, siéntate a dialogar con tus hijos, comparte tiempo con ellos, sal con ellos, juega con ellos, instrúyelos en amor y disciplina del Señor, así estés muy cansado, así hayas tenido un duro día de trabajo.

Si realmente crees en la familia no basta con compartir mensajes en las redes sociales y salir a marchar, es más que eso, la verdadera batalla se da cada día, cuando decidimos invertir en nuestros hijos, ellos no necesitan solo tu dinero y «la mejor educación», necesitan padres que estén presentes y que en su diario vivir les den ejemplo de tolerancia, respeto y amor.

¿Cómo esta la relación con tu esposa? atrévete a tener una relación que haga que tus hijos digan «quiero un matrimonio como el de mis padres» y no «nunca quiero ser como ellos», ¿cómo tratas a tus padres?, asegúrate de que tus hijos vean un ejemplo de honra y respeto para con ellos, ¿cómo hablas de tu jefe en casa? que tus hijos vean un ejemplo de transparencia y verdad y no de hipocresía al verte sonreír a aquel de quien en casa hablas mal.

Y así con todo, seamos sinceros, el mundo ha dejado de creer en la familia por la falta de ejemplo, adulterio y divorcio son el pan de cada día en nuestra nación, nosotros sabemos que es consecuencia de la perdida de valores y moral, pero si aquellos que decimos tener valores y moral hacemos lo mismo, ¿qué diferencia estamos haciendo?

Nosotros podemos hablar mucho, pero si no les mostramos que es posible, no lo creerán y ese es nuestro llamado iglesia, no solo expresarlo con nuestra voz, pero reflejarlo con nuestra acción, como dice el apóstol Pablo: «lleven una vida digna del llamado que han recibido», la predicación y la acción van de la mano, son inseparables, debemos vivir lo que creemos, Cristo debe formarse en nosotros, debemos caminar en integridad o no seremos diferentes a los fariseos que tanto aborreció Jesús.

Hogares para toda la vida, hogares llenos de misericordia y amor, hay muchos malos ejemplos allá afuera, y siendo sinceros, incluso adentro de la «iglesia», si, nosotros sabemos que no todo el que dice «Señor, Señor» le pertenece a Él, pero las personas de afuera no lo saben, solo ven el ejemplo de muchas personas que van a una iglesia a calmar conciencia pero en casa se comportan de lo peor: sin ley ni Dios.

Yo no puedo hablar por ellos, solo se que hay un Señor y Juez, que juzgará en su regreso a los vivos y a los muertos, incluyendo a esos millones que con sus bocas dicen seguir a Dios pero con sus acciones lo niegan al maltratar a sus hijos y conyuges en el hogar, les aseguró que eso no quedará sin ser juzgado al final.

Pero aquí y ahora puedo hablar de lo que conozco y de lo que yo y mi familia hemos determinado vivir y es que yo y mi casa serviremos al Señor con integridad, en todo momento y en todo lugar, hemos determinado caminar en integridad, reconociendo nuestras faltas y errores, que cada día estamos aprendiendo y creciendo de la mano de Dios, ¡pero avanzando! (que es lo importante en los procesos, estar avanzando).

Yo y mi casa hacemos parte de una generación que Dios esta levantando, que no le come cuento a los que dicen seguir a Dios, así salgan en televisión, pero con sus hechos y avaricia niegan lo que dicen predicar, somos parte de una pequeña manada que ha determinado levantarse para seguir verdaderamente a Jesús y ser esa columna y baluarte de la Verdad divina en medio de esta generación, aquellos que hemos determinado vivir lo que dicen creer, así nos cueste lagrimas y la vida misma. ¿Y tu?

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