Uno de los problemas más comunes con los que nos enfrentamos al querer orar, al querer meditar y percibir a Aquel que mora en nosotros es que nuestra mente parece no callarse. Es como un río impetuoso que no se detiene, pensamientos acerca de los afanes del día, cosas pendientes, tareas que se deben realizar, o que no se realizaron correctamente, preocupaciones por el dinero, por algún familiar, salud, etc.
Aquellos que alguna vez intentaron tener tiempos de meditación, de oración, se rindieron prontamente porque encontraron que no podían vencer este obstáculo, pero el secreto está en la perseverancia, y en entender que la oración es un acto de Fe, porque tu asumes que tu oración, que tu disposición está siendo vista y escuchada por Dios, por eso digo que es un acto de Fe.
Es un acto de Fe porque muchas veces aunque no sientas, y aunque no percibas, el solo hecho de que tu apartes ese tiempo para buscarle a Él, ese solo hecho ya hace de la oración un acto de Fe, y es un acto hermoso, el solo hecho de que tu guardes silencio, esperando escucharle a Él, es un acto de Fe, y el solo hecho de que tu hables, cuando no hay nadie más en la habitación, es un acto de Fe.
Pero es la perseverancia lo que te garantiza el éxito, tu mente estará inquieta, pero vas a ver como tu mente se va aquietando cada vez más. Tu puedes pensar que para calmar tu mente lo que debes hacer es orar de continuo y rápido, pero este tipo de oración es más tradicional, y tiene que ver más con algo cultural que con un diseño espiritual.
Aquella oración donde a duras penas si el que ora puede respirar, donde se rellena con palabras sublimes “Santo, Santo, Santo, oh Grandioso, Poderoso, Omnipotente, Creador del universo, oh Rey de reyes y Señor de señores! Mi proveedor, oh gran sustentador…” (Imagina esta oración diciéndola lo más rápido posible), estas oraciones lo único que reflejan es la poca intimidad que se tiene con el Padre.
No hay necesidad de caer en esos estereotipos, ni en tradiciones como tal, el solo hecho de que apartes un espacio y un tiempo para meditar en El, esto es más que suficiente, de ahí todo fluirá naturalmente, no busques rellenar los espacios de silencio con palabrerías como si así fueras a ser oído, El habita en ti.
Cuando vienen esos pensamientos que te distraen, es tan fácil volver a concentrarte en El, no dejes que estos pensamientos te desanimen, por lo contrario ellos revelan lo mucho que necesitas de Él, precisamente porque tus pensamientos son engañosos, y porque al querer hacer lo bueno no lo haces. Busca tener tiempos de quietud delante de Él, simplemente buscar un sitio solo, silencioso, y guardar silencio. Buscar percibirlo.
Puedes también orar las escrituras, pero hazlo todo en silencio, calmada-mente, Dios no está apurado, porque deberías estarlo tú?, cuando tú vas donde tu padre, donde tu madre, tu no vas apurado, no les hablas 100 palabras en menos de 30 segundos y no los dejas responder, tú tienes una conversación, te das tiempo de estar con ellos, cuanto más con tu Padre Celestial.
Y no te preocupes, Él conoce tu debilidad, Él sabe que las distracciones vendrán, pero no dejes que las distracciones se conviertan en la excusa para no intentarlo, inténtalo una y otra vez, inténtalo hasta el final de tus días, no dejes de intentarlo, no dejes de buscarle, no dejes de meditar en El, de orar a Él, no dejes de pasar tiempos de silencio delante de Él, y no te sientas como un bicho raro, esto le pasa a muchos, el secreto está en perseverar, continuar intentando, una y otra vez, por ultimo: no te rindas.