“Entonces Pedro, tomando la palabra, dijo a Jesús: Señor, bueno es estarnos aquí; si quieres, haré aquí tres enramadas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Mientras estaba aún hablando, he aquí, una nube luminosa los cubrió; y una voz salió de la nube, diciendo: Este es mi Hijo amado en quien me he complacido; a El oíd.”
Jesús no es un personaje bíblico más, es EL PERSONAJE, es el protagonista de la historia de génesis a apocalipsis toda la biblia apunta a él, porque por medio de él, por él y para él fueron creadas todas las cosas.
Él es nuestro modelo, él es el más alto estándar de vida, muchos quieren la autoridad de Moisés, otros la unción de Elías, la doble unción de Eliseo, el corazón adorador de David, la integridad de Daniel, la sabiduría de Salomón y la fe de Abraham pero todo esto es NADA comparado con JESÚS.
Jesús es nuestro TODO, es en él en quien deben estar puestos nuestros ojos y es a él a quien debemos escuchar, a él oíd, a nadie más, por mucha riqueza que haya en la ley de Moisés, por mucha unción que haya en los profetas, es a Jesús a quien debemos ver y oír en medio de ello, es a él a quien encontramos al leer la ley, es a él a quien encontramos al mirar los escritos proféticos, si no lo escuchamos a él en medio de las escrituras, estamos perdiendo el tiempo.
Él es la plenitud de la autoridad, de la unción, de la adoración, de la integridad, de la sabiduría, de la fe y mucho más, solo en él encontramos la plenitud de todo lo que él Padre Celestial quiere formar en nosotros, que bueno por los referentes bíblicos que bueno por estos grandes héroes de la fe, pero no se comparan con mi Jesús, no se comparan con él, por eso el Padre Celestial irrumpe el tiempo-espacio para dejar oír su voz y decir: a él oíd.
Que sea a él a quien sigamos, que sea a él a quien anhelemos, que sea él a quien busquemos, que todo en lo que hagamos y en todo lo que emprendamos nos llevemos siempre lo más importante: a Jesús.
¡Dios te bendiga!
-Inspirado en el devocional Tiempo con Dios del 16 de Febrero de 2016, Mateo 17:1-13