«Y al recibirlo, murmuraban contra el hacendado, diciendo: “Estos últimos han trabajado sólo una hora, pero los has hecho iguales a nosotros que hemos soportado el peso y el calor abrasador del día.” Pero respondiendo él, dijo a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia; ¿no conviniste conmigo en un denario? “Toma lo que es tuyo, y vete; pero yo quiero darle a este último lo mismo que a ti. “¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo que es mío? ¿O es tu ojo malo porque yo soy bueno?”
Tremenda cosa es la comparación, destruye relaciones, familias, ciudades y naciones, la envidia no nos deja disfrutar de las bendiciones que tenemos de parte de Dios por estar pendientes de las bendiciones de otros.
El Padre es bueno y cuando evaluamos si alguien merece o no algo que Dios le ha dado, sea un don o talento, lo que estamos haciendo es llevando a Dios a juicio. Cuando declaramos que alguien no se merece algo que Dios le ha dado estamos diciendo que Dios se equivoco no solo con esa persona, pero con nosotros, estamos declarando que nuestro Padre Celestial no sabe lo que hace.
Esto muestra que realmente hay áreas en las que no tenemos contentamiento, queremos los dones de otros, los talentos de otros y menospreciamos toda la riqueza que nuestro Padre ha depositado en nosotros.
Padre, quita de nosotros toda raíz de amargura, toda envidia y comparación, enséñanos a alegrarnos con las bendiciones de nuestros hermanos de una manera sincera, sencilla y correcta, como tu lo eres.
-Inspirado en el devocional Tiempo con Dios del 24 de Febrero de 2016, Mateo 20:1-16