«Pero ustedes no dejen que los llamen Rabí; porque Uno es su Maestro y todos ustedes son hermanos. Y no llamen a nadie padre suyo en la tierra, porque Uno es su Padre, el que está en los cielos.»
El orgullo es cosa seria, es de las cosas que es más fácil detectar en otros que en nosotros mismos y es algo tan sutil que debemos protegernos los unos a los otros, teniendo cuidado de cosas tan sencillas como la manera en que nos dirigimos los unos hacia los otros.
Lo otro es que no debemos poner nuestra confianza en los hombres, nuestro descanso y confianza debe estar en Dios primero que todo.
Por causa de este pasaje muchos critican a los católicos por referirse a sus sacerdotes como «padres», pero en muchos círculos cristianos se escucha hablar de «mi papá espiritual» al referirse a aquella persona que le presento la fe por primera vez o le discipulo, pero ¿no estamos cayendo en lo mismo?.
Tu único Padre Espiritual es Dios mismo, es Él quien nos engendra, por eso el apóstol Juan escribe «Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.».
Los hijos de Dios no podemos descansar nuestra identidad en hombres, denominaciones ni congregaciones, nuestra identidad proviene de uno solo: nuestro Padre Celestial y tenemos un solo maestro: Cristo Jesús.
De resto todos somos hermanos, aprendiendo a caminar juntos y creciendo de su mano.
-Inspirado en el devocional Tiempo con Dios del 5 de Marzo de 2016, Mateo 23:1-12